Inestabilidad de la Articulación
Pronación
Supinación
Articulación de la Muñeca
Ligamento Colateral Medial de la Rodilla
Ligamentos Articulares
Rodilla de Cuadrúpedos
Articulación de la Rodilla
Osteoartritis
Articulaciones
Rango del Movimiento Articular
Ligamento Cruzado Anterior
Cartílago Articular
Inestabilidad Genómica
Inestabilidad Cromosómica
Artropatías
Inestabilidad de Microsatélites
Articulaciones de los Dedos
Articulación del Tobillo
Articulación de la Cadera
Articulaciones Tarsianas
Cápsula Articular
Repeticiones de Microsatélite
Articulación del Hombro
Articulación Sacroiliaca
Trastornos de la Articulación Temporomandibular
Articulación Metatarsofalángica
Prótesis Articulares
Articulaciones del Pie
Fenómenos Biomecánicos
Disco de la Articulación Temporomandibular
Articulación Acromioclavicular
Mutación
Luxaciones
Reparación del ADN
Artritis Reumatoide
La inestabilidad articular se refiere a una condición en la que una articulación, el punto donde dos huesos se unen, tiene una excesiva movilidad o capacidad de desplazamiento. Esta condición puede ser el resultado de lesiones, como desgarros en los ligamentos que mantienen unida la articulación, o de afecciones médicas subyacentes, como enfermedades degenerativas de las articulaciones o trastornos neurológicos que afectan los músculos que ayudan a estabilizar las articulaciones.
Los síntomas más comunes de la inestabilidad articular incluyen dolor, hinchazón e inflamación en la articulación afectada, así como una sensación de incomodidad o inseguridad al moverse o realizar actividades que pongan presión sobre la articulación. En algunos casos, la inestabilidad articular puede incluso causar que la articulación se desplace parcial o completamente de su posición normal, lo que puede requerir tratamiento médico inmediato para evitar daños adicionales.
El tratamiento para la inestabilidad articular depende de la gravedad de la afección y de la causa subyacente. En casos leves, el reposo, la compresión y el hielo pueden ayudar a aliviar los síntomas, mientras que en casos más graves puede ser necesaria una intervención quirúrgica para reparar o reemplazar los ligamentos dañados. La fisioterapia y los ejercicios de fortalecimiento también pueden ayudar a mejorar la estabilidad articular y prevenir futuras lesiones.
La pronación es un movimiento normal y necesario del pie y la muñeca que ocurre durante el curso natural de los movimientos corporales. En términos médicos, la pronación se refiere al movimiento de rotación hacia adentro en el que el borde externo del pie o la palma de la mano toca el suelo o el plano de apoyo durante el caminar, correr o otras actividades.
En el caso del pie, la pronación es una parte importante del proceso de amortiguación y adaptación al terreno irregular. Durante la fase de contacto inicial con el suelo en el ciclo de marcha o carrera, el borde externo del talón toca primero el suelo, seguido por un movimiento natural de pronación en el que el pie rota hacia adentro y la planta se vuelve más plana. Esto ayuda a distribuir las fuerzas de impacto y permite una transición suave al empuje del pie durante la fase de propulsión.
Sin embargo, un exceso de pronación (hiperpronación) puede provocar problemas como dolor en el talón, fascitis plantar, esguinces de tobillo y otras lesiones relacionadas con el pie y la pierna. Por esta razón, los profesionales médicos pueden recetar ortesis o soportes especializados para corregir el exceso de pronación y ayudar a mantener una alineación adecuada del pie y la pierna durante el movimiento.
En resumen, la pronación es un movimiento natural e importante del pie y la muñeca que desempeña un papel crucial en la absorción de impactos y la adaptación al terreno durante las actividades diarias y los ejercicios físicos. Sin embargo, un exceso de pronación puede causar problemas y requerir atención médica y corrección ortopédica.
La supinación es un movimiento del antebrazo y la mano donde éstos giran de forma que la palma queda hacia arriba, en sentido lateral o anterior. Más específicamente, la supinación se produce cuando el radio (hueso de la parte externa del antebrazo) cruza sobre el cúbito (hueso de la parte interna), lo que permite que los músculos de la parte posterior del antebrazo giren la mano y la palma hacia arriba. Este movimiento es importante en muchas actividades cotidianas, como voltear una hoja de papel, agarrar un objeto con la palma hacia arriba o realizar un swing de tenis. Los problemas de supinación pueden causar dolor o dificultad para realizar estos movimientos.
La articulación de la muñeca, también conocida como articulación radiocarpal, es una articulación condiloides entre los extremos distales del radio y el olécranon en la parte superior del antebrazo y las ocho pequeñas huesecitos llamados carpos en la parte inferior de la mano. Esta articulación permite el movimiento de la muñeca, incluyendo la flexión, extensión, desviación radial y cubital, y circunducción. Está rodeada por una cápsula articular fuerte y resistente que contiene líquido sinovial para facilitar el movimiento suave. También hay varios ligamentos fuertes que brindan estabilidad a la articulación y previenen desplazamientos excesivos o lesiones.
El ligamento colateral medial (LCM) de la rodilla, también conocido como el ligamento deltoides medial o ligamento tibial colateral, es un importante componente estructural y funcional del sistema de ligamentos de la rodilla. Se encuentra en el lado interior de la articulación de la rodilla y se compone de tres fascículos: el fascículo anterior (que se origina en la parte inferior de la cara interna del fémur), el fascículo posterior (que se origina en la parte superior trasera de la cara interna del fémur) y el fascículo oblicuo (que se origina en la línea oblicua de la tibia).
El LCM se inserta en la superficie medial de la tibia, específicamente en la tuberosidad tibial y el borde posterior del cóndilo medial. Su función principal es proporcionar estabilidad a la rodilla, especialmente durante los movimientos de flexión, extensión y rotación interna. El LCM previene el exceso de movimiento valgo (desviación lateral) y la rotación externa de la tibia en relación con el fémur.
La lesión del ligamento colateral medial es común en deportes que involucran cambios rápidos de dirección, paradas repentinas o impactos laterales en la rodilla. Los síntomas pueden incluir dolor, hinchazón, rigidez y sensibilidad en el lado interno de la rodilla, así como inestabilidad articular y dificultad para soportar peso. El diagnóstico se realiza mediante una exploración física cuidadosa y, a veces, con el apoyo de estudios de imagenología, como resonancia magnética (RM). El tratamiento puede incluir terapia conservadora o cirugía reconstructiva, dependiendo de la gravedad de la lesión.
Los ligamentos articulares son estructuras fibrosas y resistentes que conectan los huesos en las articulaciones, proporcionando estabilidad y limitando el movimiento excesivo o fuera de su rango normal. Se componen principalmente de tejido conectivo denso y especializado, rico en fibras de colágeno, que les confiere una gran resistencia a la tracción.
Existen diferentes tipos de ligamentos articulares según su localización y función. Algunos son intrarticulares, es decir, se encuentran dentro de la cavidad articular, como los meniscos o el labrum; mientras que otros están ubicados extrarticularmente, conectando diferentes huesos alrededor de la articulación.
Los ligamentos pueden ser clasificados también en función de su orientación y forma:
1. Ligamentos capsulares: Estos se encuentran en la cápsula articular y refuerzan su estructura, brindando soporte adicional a la articulación.
2. Ligamentos extracapsulares: Se localizan fuera de la cápsula articular y conectan diferentes huesos alrededor de la articulación.
3. Ligamentos cruzados: Su trayectoria cruza la línea media de la articulación, como el ligamento cruzado anterior (LCA) y ligamento cruzado posterior (LCP) en la rodilla.
4. Ligamentos colaterales: Se encuentran en los lados de la articulación y limitan el movimiento en una dirección específica, como el ligamento lateral interno e izquierdo externo en la rodilla.
Las lesiones en los ligamentos articulares pueden ocurrir como resultado de traumatismos directos o por sobrecarga funcional, lo que puede provocar distensiones (esfuerzos excesivos sin desgarro) o roturas completas o parciales del ligamento. El tratamiento de estas lesiones depende de la gravedad y la localización de la lesión, y puede incluir terapia conservadora o cirugía reconstructiva seguida de rehabilitación.
La "rodilla de cuadrúpedos" es un término ortopédico que no está ampliamente aceptado ni utilizado en la literatura médica o veterinaria. Sin embargo, en algunos contextos informales, particularmente entre los dueños de mascotas y los entusiastas de los animales, a veces se utiliza para describir una lesión en la articulación del codo en perros y otros animales cuadrúpedos que es similar a la condición known como "rodilla del corredor de larga distancia" en humanos.
La rodilla del corredor de larga distancia, también conocida como tendinitis aquílea o síndrome de la banda iliotibial, es una inflamación del tendón que se extiende desde la parte externa de la cadera hasta la parte externa de la rodilla. Esta afección suele ocurrir en personas que participan en actividades deportivas de resistencia, como correr largas distancias.
Algunos propietarios de perros y profesionales del cuidado de animales han adoptado el término "rodilla de cuadrúpedos" para describir una afección similar en los animales, específicamente en la articulación del codo. Sin embargo, esta práctica no está respaldada por la comunidad médica o veterinaria y puede llevar a confusiones y malentendidos.
En resumen, no existe una definición médica establecida o ampliamente aceptada de "rodilla de cuadrúpedos". El término se utiliza informalmente en algunos contextos para describir una lesión en la articulación del codo en animales que podría ser similar a la rodilla del corredor de larga distancia en humanos. Sin embargo, es importante utilizar este término con precaución y claridad para evitar confusiones y malentendidos.
La articulación de la rodilla, también conocida como articulación femorotibial, es una articulación sinovial compleja que conecta el fémur (hueso del muslo) y el tibia (hueso de la pierna inferior). Es la articulación más grande del cuerpo humano y desempeña un papel crucial en las actividades diarias, como caminar, correr y sentarse.
La rodilla está formada por tres compartimentos principales: el compartimento femorotibial medial, el compartimento femorotibial lateral y el compartimento femoropatelar. Cada uno de estos compartimentos está revestido con cartílago articular, que ayuda a absorber los golpes y permite un movimiento suave y sin fricción entre los huesos.
La articulación de la rodilla también cuenta con dos meniscos, el menisco medial y el menisco lateral, que son anillos de fibrocartílago en forma de C ubicados entre el fémur y la tibia. Los meniscos actúan como amortiguadores y distribuyen uniformemente las cargas sobre el cartílago articular, ayudando a estabilizar la articulación y proteger contra lesiones.
La rodilla está rodeada por una cápsula articular fibrosa que contiene líquido sinovial, producido por la membrana sinovial. El líquido sinovial lubrica la articulación y proporciona nutrientes al cartílago articular.
La movilidad de la rodilla permite una variedad de movimientos, como flexión, extensión, rotación interna y externa. La fuerza y estabilidad de la articulación se logran mediante la acción combinada de los músculos y ligamentos que rodean la rodilla, como el cuádriceps, el bíceps femoral, los ligamentos colaterales y el ligamento cruzado anterior y posterior.
La articulación de la rodilla es susceptible a lesiones y enfermedades, como esguinces, distensiones, luxaciones, fracturas, artrosis, artritis reumatoide y osteonecrosis. El tratamiento puede incluir terapia física, medicamentos, inyecciones de corticosteroides o plasma rico en plaquetas, cirugía artroscópica o reemplazo total de rodilla.
La osteoartritis (OA) es la forma más común de artritis y se caracteriza por la degeneración progresiva del cartílago articular, lo que lleva a la pérdida de la articulación normal y su función. A menudo se describe como una enfermedad "de desgaste", ya que generalmente afecta las articulaciones que han sido utilizadas repetidamente durante muchos años, especialmente las articulaciones de las manos, rodillas, caderas y columna vertebral.
La degeneración del cartílago hace que los huesos en las articulaciones se froten entre sí, lo que puede causar dolor, rigidez, inflamación y pérdida de movilidad. En algunos casos, la osteoartritis también puede dar lugar a la formación de espolones óseos y protuberancias duras conocidas como "puntos gordos".
Aunque cualquiera puede desarrollar osteoartritis, ciertos factores aumentan su riesgo, incluyendo la edad avanzada, el sobrepeso u obesidad, los antecedentes familiares de la enfermedad, las lesiones articulares previas y la mala alineación o estructura anormal de las articulaciones.
El tratamiento de la osteoartritis se centra generalmente en el alivio de los síntomas y puede incluir medicamentos, terapia física, ejercicio, pérdida de peso y, en algunos casos, cirugía.
Las articulaciones, también conocidas como "conexiones" o "articulaciones corporales", son las uniones donde se encuentran dos o más huesos en el cuerpo humano. Estas estructuras permiten una variedad de movimientos y funciones esenciales para la vida diaria, como caminar, correr, agarrar objetos y mantener una postura erguida.
Hay varios tipos de articulaciones en el cuerpo humano, que se clasifican según su grado de movilidad y la estructura de sus superficies articulares. Los tres tipos principales son:
1. Articulaciones fibrosas: también conocidas como sinartrosis, son articulaciones rígidas con poca o ninguna movilidad. Están formadas por tejido conectivo denso y fuerte que une los huesos en su lugar. Ejemplos de articulaciones fibrosas incluyen las suturas craneales y las sindesmosis entre los huesos del tarso (parte inferior del pie).
2. Articulaciones cartilaginosas: también llamadas amfiartrosis, tienen una pequeña cantidad de movimiento y están formadas por tejido cartilaginoso en lugar de tejido conectivo. Hay dos subtipos de articulaciones cartilaginosas: las sincondrosis, donde los extremos de los huesos están cubiertos con cartílago hialino y permiten un crecimiento continuo durante la infancia; y las síndesmosis, donde los huesos están unidos por tejido fibroso resistente pero flexible.
3. Articulaciones sinoviales: son las articulaciones más móviles y flexibles del cuerpo humano. Están revestidas por una membrana sinovial que produce líquido sinovial, el cual lubrica y amortigua las superficies articulares. Las articulaciones sinoviales se clasifican además en varios subtipos según su forma y movimiento, como las articulaciones planas (como la articulación acromioclavicular), las articulaciones esféricas (como la articulación del hombro), las articulaciones elipsoidales (como la articulación radiocarpal en la muñeca), las articulaciones bicondilares (como la rodilla) y las articulaciones condilares (como la articulación de la cadera).
Las lesiones o enfermedades que afectan a las articulaciones pueden provocar dolor, inflamación, rigidez y pérdida de movimiento. El tratamiento depende del tipo y gravedad de la afección, pero puede incluir medicamentos, fisioterapia, inyecciones de corticosteroides o cirugía.
El rango del movimiento articular, también conocido como amplitud de movimiento, se refiere a la máxima extensión y flexibilidad que permite una articulación o un segmento corporal en su conjunto para realizar movimientos en diferentes direcciones. Estos rangos varían según la articulación y el individuo, dependiendo de factores como la edad, el sexo, la actividad física y la presencia de patologías o lesiones.
La medición del rango de movimiento articular es una herramienta importante en la evaluación clínica, ya que puede ayudar a diagnosticar problemas musculoesqueléticos, medir el progreso terapéutico y determinar la eficacia de los tratamientos. Se mide en grados utilizando diferentes técnicas y equipos especializados, como los goniómetros, los podómetros o los sistemas de medición electrónicos.
Es importante mantener un rango adecuado de movimiento articular para preservar la funcionalidad, la independencia y la calidad de vida, especialmente en edades avanzadas o tras sufrir una lesión o cirugía. Realizar ejercicios de estiramiento y fortalecimiento regularmente, mantener una postura correcta y adoptar hábitos saludables contribuyen al mantenimiento y mejora del rango de movimiento articular.
El ligamento cruzado anterior (LCA) es una banda fuerte y resistente de tejido conectivo dentro de la articulación de la rodilla que desempeña un papel crucial en la estabilidad y el movimiento normal de la misma. Se extiende desde la parte posterior del fémur (hueso del muslo) hasta la tibia (hueso de la pierna inferior) y forma una "X" con el ligamento cruzado posterior, dividiendo la articulación de la rodilla en compartimentos anteriores y posteriores.
La función principal del LCA es limitar la rotación y el deslizamiento excesivo de la tibia sobre el fémur, especialmente durante movimientos como pivotar, girar o detenerse repentinamente. Lesiones comunes al ligamento cruzado anterior incluyen distensiones o desgarros, que pueden ocurrir como resultado de un traumatismo directo en la rodilla, cambios bruscos de dirección o movimientos de torsión forzados, particularmente durante actividades deportivas de alto impacto.
Las lesiones en el LCA a menudo conllevan dolor intenso, inflamación, inestabilidad y dificultad para mover la rodilla afectada, lo que puede requerir tratamiento médico especializado, como fisioterapia o cirugía reconstructiva.
El cartílago articular, también conocido como cartílago hialino, es un tejido conjuntivo especializado que recubre las superficies articulares de los huesos en las articulaciones sinoviales. Proporciona una superficie lisa y resistente al desgaste para el movimiento suave y la absorción de impactos entre los huesos. El cartílago articular está compuesto principalmente por células llamadas condrocitos, rodeadas por una matriz extracelular rica en colágeno y proteoglicanos. Esta matriz contiene altas concentraciones de agua y posee propiedades mecánicas únicas que permiten la amortiguación y la lubricación de las articulaciones. A diferencia de otros tejidos, el cartílago articular no tiene vasos sanguíinos ni nervios, lo que limita su capacidad de regenerarse y repararse después de un daño significativo.
La inestabilidad genómica es un término utilizado en genética y oncología para describir una condición en la cual el ADN de una célula sufre alteraciones o mutaciones a gran escala, involucrando segmentos largos del cromosoma o incluso múltiples cromosomas. Estas alteraciones pueden manifestarse como deleciones, duplicaciones, inversiones o translocaciones cromosómicas.
La inestabilidad genómica puede ser consecuencia de diversos factores, incluyendo defectos en los mecanismos de reparación del ADN, exposición a agentes genotóxicos o incluso ser heredada. Es comúnmente observada en diversos tipos de cáncer, donde las células neoplásicas presentan un número anormal de copias de genes y regiones cromosómicas, lo que puede llevar al descontrol del crecimiento celular y a la progresión tumoral.
La inestabilidad genómica se ha relacionado con una peor pronóstico en diversos tipos de cáncer, ya que las células cancerosas con esta condición pueden desarrollar resistencia a los tratamientos y mostrar una mayor capacidad de invasión y metástasis. Sin embargo, también puede ofrecer nuevas oportunidades terapéuticas, ya que los cambios genómicos específicos asociados con la inestabilidad genómica pueden ser objetivos para el desarrollo de fármacos dirigidos.
La inestabilidad cromosómica es un término general en genética y citogenética que se refiere a diversos tipos de anomalías estructurales en los cromosomas, las cuales pueden resultar en una inherente inestabilidad genética. Estas anomalías pueden incluir translocaciones, deleciones, duplicaciones o inversiones cromosómicas que no están equilibradas y conducen a la pérdida o ganancia de material genético.
La inestabilidad cromosómica puede ser constitucional, presente en todas las células del cuerpo desde el momento de la concepción, o adquirida, desarrollándose más tarde en la vida debido a mutaciones somáticas. La inestabilidad cromosómica constitucional puede asociarse con diversas condiciones genéticas y síndromes, como el síndrome de Down, síndrome de Turner y otras aneuploidías.
La inestabilidad cromosómica adquirida puede ser una característica de varios tipos de cáncer, especialmente los cánceres hematológicos y algunos tumores sólidos. La ganancia o pérdida de partes del cromosoma o incluso de cromosomas enteros pueden llevar a una expresión anormal de genes oncogénicos o supresores de tumores, contribuyendo así al desarrollo y progresión del cáncer.
En definitiva, la inestabilidad cromosómica es un estado en el que los cromosomas experimentan cambios estructurales recurrentes e inestables, lo que puede derivar en diversas consecuencias clínicas y genéticas, incluyendo predisposición al cáncer y diversos síndromes genéticos.
Artropatía es un término médico que se refiere a una enfermedad o trastorno que afecta a una articulación. Puede causar dolor, rigidez, hinchazón e incapacidad para mover la articulación normalmente. Las artropatías pueden ser causadas por varias condiciones, como la artritis, lesiones, infecciones o trastornos autoinmunitarios.
Existen diferentes tipos de artropatías, entre las que se incluyen:
* Artrosis: Es el tipo más común de artropatía y se produce por el desgaste del cartílago que recubre las articulaciones.
* Artritis reumatoide: Es una enfermedad autoinmune que causa inflamación e hinchazón en las articulaciones, lo que puede llevar a daños articulares permanentes.
* Gota: Ocurre cuando se acumulan cristales de ácido úrico en las articulaciones, lo que provoca dolor intenso y hinchazón.
* Artritis séptica: Es una infección bacteriana en una articulación que puede causar inflamación, dolor y daño articular.
* Artropatía psoriásica: Es una forma de artritis que afecta a las personas con psoriasis, una afección de la piel.
* Artropatía neuropática: Ocurre cuando una lesión o enfermedad del sistema nervioso causa daño en las articulaciones.
El tratamiento de las artropatías depende del tipo y gravedad de la afección. Puede incluir medicamentos, fisioterapia, terapia ocupacional, cambios en el estilo de vida y, en algunos casos, cirugía.
La inestabilidad de microsatélites (MI) es un término utilizado en genética y oncología para describir una anomalía genética caracterizada por la expansión anormal o la contracción de repeticiones de nucleótidos en regiones específicas del ADN conocidas como microsatélites. Los microsatélites son secuencias cortas de ADN que se repiten varias veces de forma consecutiva.
En condiciones normales, la longitud de estas repeticiones es relativamente estable y se transmite intacta de generación en generación. Sin embargo, en algunos casos, el mecanismo de replicación del ADN puede fallar, resultando en una expansión o contracción del número de repeticiones. Estas alteraciones se denominan eventos de inestabilidad de microsatélites.
La inestabilidad de microsatélites se clasifica en dos tipos principales: la inestabilidad de microsatélites de longitud de repetición (MLI) y la inestabilidad de microsatélites de nucleótidos simples (SNI). La MLI se caracteriza por expansiones e insertaciones de repeticiones de nucleótidos, mientras que la SNI implica cambios en el número de nucleótidos individuales dentro de las secuencias repetitivas.
La inestabilidad de microsatélites se asocia con varios trastornos genéticos y neurológicos hereditarios, como la ataxia espinocerebelosa, la enfermedad de Huntington y el síndrome de Lynch. Además, la inestabilidad de microsatélites también se observa con frecuencia en diversos tipos de cáncer, donde puede contribuir al desarrollo y progresión de la enfermedad al acelerar la acumulación de mutaciones en los genes implicados en la regulación del crecimiento celular y la reparación del ADN.
Las articulaciones de los dedos, también conocidas como articulaciones interfalángicas y metacarpofalángicas, son las uniones móviles entre los huesos de los dedos de la mano y del pie. Están compuestas por cartílagos, ligamentos, tendones y líquido sinovial que permiten el movimiento y la flexibilidad en las actividades diarias como agarrar objetos o caminar.
Las articulaciones de los dedos se dividen en dos tipos:
1. Articulaciones interfalángicas: son las uniones entre las falanges de los dedos, es decir, entre los huesos proximales y medios, y entre los medios y distales. Estas articulaciones permiten el movimiento de flexión y extensión de los dedos.
2. Articulaciones metacarpofalángicas: son las uniones entre los huesos metacarpianos y las falanges proximales de los dedos. Estas articulaciones permiten el movimiento de flexión, extensión, aducción y abducción de los dedos.
Las lesiones o enfermedades que afectan a estas articulaciones pueden causar dolor, inflamación, rigidez y limitación del movimiento, lo que puede afectar a la capacidad funcional de las manos y los pies. Algunas de las afecciones más comunes que afectan a las articulaciones de los dedos incluyen la artritis reumatoide, la artrosis, los esguinces y las fracturas.
La articulación del tobillo, también conocida como la articulación talocrural, es una articulación sinovial que conecta el pie con la pierna y permite la flexión dorsal, plantarflexión, eversion y inversión del pie. Está compuesta por dos partes: la unión entre el hueso tibial y el astrágalo (la articulación talocrural propiamente dicha), y la unión entre el peroné y el astrágalo (la articulación subtalar). La cápsula articular rodea ambas articulaciones y contiene líquido sinovial para facilitar el movimiento. Los ligamentos fuertes en la parte externa e interna del tobillo proporcionan estabilidad y previenen excesivas torsiones o desplazamientos de los huesos. La articulación del tobillo es fundamental para la locomoción bípeda y sufre un gran estrés durante actividades como correr, saltar y bailar.
La articulación de la cadera, también conocida como articulación coxofemoral, es una articulación esférica o sinartrosis en la que el extremo superior del fémur (cabeza femoral) se une con la cavidad acetabular de la pelvis. Esta articulación está compuesta por el cartílago articular, los ligamentos de refuerzo y la cápsula articular. La articulación de la cadera permite movimientos de flexión, extensión, abducción, aducción, rotación interna y externa, lo que facilita la marcha, la postura erguida y las actividades físicas. Es una de las articulaciones más importantes y más sometidas a desgaste en el cuerpo humano.
Las articulaciones tarsianas se refieren específicamente a las articulaciones en la parte posterior del pie, entre el hueso calcáneo (talón) y los huesos tarsianos (cuboides, naviculares y los tres cuneiformes). Estas articulaciones desempeñan un papel importante en la estabilidad y movimiento del pie. El término "tarsiano" se refiere a este grupo de huesos en el tarso, que es la parte trasera y media del pie.
Existen varias articulaciones tarsianas, entre ellas:
1. Articulación subtalar: Es la articulación entre el talus (hueso del tobillo) y el calcáneo (hueso del talón). Esta articulación permite la inversión y eversión del pie, es decir, el movimiento hacia dentro o hacia fuera.
2. Articulaciones calcaneocuboides: Se encuentran entre el calcáneo y el cuboide, uno de los huesos tarsianos más laterales. Esta articulación permite la flexión dorsal y plantar del pie, así como el movimiento adducción y abducción.
3. Articulaciones talonaviculares: Se encuentran entre el talus y el navicular. Estas articulaciones permiten la flexión dorsal y plantar del pie, así como el movimiento de inversión y eversión.
4. Articulaciones cuneonaviculares: Se encuentran entre los huesos cuneiformes y el navicular. Estas articulaciones permiten la flexión dorsal y plantar del pie, así como el movimiento de adducción y abducción.
5. Articulaciones intercuneiformes: Son las articulaciones entre los propios huesos cuneiformes. Estas articulaciones permiten la flexión dorsal y plantar del pie, así como el movimiento de adducción y abducción.
Las lesiones en estas articulaciones pueden causar dolor e inestabilidad en el pie, afectando la capacidad para caminar o realizar actividades deportivas. El tratamiento puede incluir fisioterapia, terapias manuales, ortesis y, en algunos casos, cirugía.
La cápsula articular es una estructura fibrosa que encapsula y rodea una articulación, proporcionando estabilidad y limitando el movimiento excesivo. Se extiende desde el borde articular de los huesos que forman la articulación y se adhiere a ellos mediante ligamentos. La cápsula articular contiene líquido sinovial, una lubricante que reduce la fricción entre los huesos y permite un movimiento suave y sin dolor de las articulaciones. También protege la articulación de lesiones y infecciones.
Las repeticiones de microsatélites, también conocidas como "short tandem repeats" (STR) en inglés, se refieren a secuencias cortas de ADN que se repiten en forma consecutiva y contigua en un segmento del genoma. Estas repeticiones suelen variar en longitud entre diferentes individuos, lo que las hace útiles como marcadores genéticos en la identificación forense y el análisis de parentesco genético.
Las repeticiones de microsatélites consisten en unidades repetitivas de 1 a 6 pares de bases de longitud, y se repiten varias veces seguidas. Por ejemplo, una secuencia que contenga la repetición "CA" repetida cinco veces seguidas se escribiría como (CA)5.
Las repeticiones de microsatélites pueden ocurrir en regiones codificantes o no codificantes del genoma, y su expansión o contracción puede estar asociada con diversas enfermedades genéticas, como la enfermedad de Huntington, la ataxia espinocerebelosa y la distrofia miotónica.
La articulación del hombro, también conocida como articulación glenohumeral, es una articulación esférica entre la cabeza del húmero (hueso del brazo) y la cavidad glenoidea de la escápula (omóplato). Es la articulación más móvil en el cuerpo humano, permitiendo un amplio rango de movimiento en varias direcciones, incluyendo la flexión, extensión, abducción, aducción, rotación interna y externa.
La articulación del hombro está rodeada por una cápsula articular fibrosa y está reforzada por los músculos y ligamentos circundantes, que proporcionan estabilidad y soporte a la articulación durante el movimiento. La lubricación de la articulación se mantiene gracias al líquido sinovial presente en su interior.
Debido a su gran movilidad, la articulación del hombro es susceptible a lesiones y enfermedades, como luxaciones, esguinces, tendinitis, bursitis, y artrosis. El tratamiento de estas condiciones puede incluir el reposo, fisioterapia, medicamentos, inyecciones de corticosteroides o cirugía en casos graves.
La articulación sacroilíaca (ASI) es una articulación entre el ilium (parte lateral y superior del hueso coxal) y el sacro (parte inferior y central de la columna vertebral). Esta articulación tiene un papel importante en la transferencia de cargas entre la parte inferior e inferior del cuerpo, ya que conecta la columna vertebral con las piernas.
La ASI es una articulación sinovial modificada, lo que significa que está rodeada por una cápsula articular y tiene líquido sinovial dentro de ella para facilitar el movimiento. Sin embargo, el rango de movimiento en la articulación sacroilíaca es limitado, ya que se trata de un movimiento de tipo nutación e contranutación (movimientos pequeños y ondulatorios).
La articulación sacroilíaca puede verse afectada por diversas patologías, como la displasia sacroilíaca congénita, la espondilitis anquilosante, las fracturas, la artrosis y los trastornos mecánicos de la columna vertebral o del miembro inferior. Estos problemas pueden causar dolor en la articulación sacroilíaca y afectar a la movilidad y calidad de vida de la persona.
Los Trastornos de la Articulación Temporomandibular (TMD, por sus siglas en inglés) se refieren a un grupo de condiciones que afectan la articulación temporomandibular (la conexión entre la mandíbula y el cráneo) y los músculos circundantes. Estos trastornos pueden causar dolor, rigidez, chasquido o bloqueo en la movimiento de la mandíbula, así como también dolores de cabeza, mareos y zumbidos en los oídos.
Los síntomas de los TMD pueden variar desde leves a graves e incluso llegar a ser discapacitantes en algunos casos. Las causas más comunes de estos trastornos son el bruxismo (apretar o rechinar los dientes), lesiones en la mandíbula, desalineación de los dientes o de la articulación temporomandibular, y factores de estrés emocional y físico.
El tratamiento de los TMD depende de la gravedad y la causa subyacente del trastorno. Puede incluir terapias de relajación, ejercicios de estiramiento y fortalecimiento de los músculos de la mandíbula, uso de férulas o dispositivos orales, medicamentos para el dolor y la inflamación, y en casos más graves, cirugía o procedimientos invasivos. Es importante buscar atención médica si se experimentan síntomas persistentes o graves relacionados con los TMD, ya que un diagnóstico y tratamiento precoces pueden ayudar a prevenir complicaciones y mejorar la calidad de vida del paciente.
La articulación metatarsofalángica es una articulación en el pie que se encuentra entre las falanges (huesos de los dedos) y los metatarsianos (los huesos más largos de la parte delantera del pie). Es una articulación condiloide, lo que significa que la superficie articular de uno de los huesos es ovalada y encaja en una superficie articular similarmente ovalada en el otro hueso.
La función principal de esta articulación es permitir el movimiento de flexión y extensión de los dedos del pie, así como un cierto grado de movimiento lateral. Las articulaciones metatarsofalángicas son importantes para la marcha y el equilibrio, ya que ayudan a distribuir el peso del cuerpo sobre la planta del pie durante el paso.
Las lesiones o enfermedades que afectan a las articulaciones metatarsofalángicas pueden causar dolor, hinchazón y dificultad para caminar. Algunos ejemplos de condiciones que pueden afectar a estas articulaciones incluyen la artritis reumatoide, los espolones calcáneos y las fracturas de los metatarsianos o falanges.
Una prótesis articular es un dispositivo médico que se utiliza para reemplazar todo o parte de una articulación dañada o perdida. Está diseñada para restaurar la función y movimiento normal de la articulación, al tiempo que alivia el dolor y la rigidez asociados con la afección subyacente.
Las prótesis articulares generalmente están hechas de materiales como metal, plástico o cerámica y se componen de varias partes. La parte que se inserta en el hueso suele ser metálica y se une al hueso mediante cemento óseo o un proceso de crecimiento óseo inducido. Sobre esta base se coloca una parte móvil, hecha a menudo de metal o cerámica, que replica la superficie del cartílago articular normal.
Las prótesis articulares más comunes son las de rodilla y cadera, pero también existen para otras articulaciones como el hombro, codo, tobillo y muñeca. El tipo y tamaño específicos de la prótesis utilizada dependerán del individuo y de la naturaleza de su afección articular.
La decisión de someterse a una cirugía de prótesis articular se toma después de agotar otras opciones de tratamiento conservador, como fisioterapia, medicamentos y cambios en el estilo de vida. La cirugía generalmente está indicada en casos de artritis avanzada, lesiones graves o enfermedades degenerativas de las articulaciones.
Las articulaciones del pie son las uniones entre los huesos que permiten el movimiento y la flexibilidad en la estructura del pie. Hay varias articulaciones en el pie, incluyendo:
1. Articulación talocrural (tarso-crural): es la articulación entre el hueso de la espinilla (tibia) y el hueso del tobillo (talus). Esta articulación permite la flexión dorsal y plantar del pie.
2. Articulaciones subtalares: son las articulaciones entre el talus y los huesos del tarso (calcáneo y navicular). Estas articulaciones permiten la inversión y eversión del pie.
3. Articulaciones tarsometatarsales: son las articulaciones entre los huesos del tarso y los metatarsianos. Estas articulaciones permiten el movimiento de balanceo del pie durante el paso.
4. Articulaciones metatarsofalángicas: son las articulaciones entre los metatarsianos y las falanges (huesecillos de los dedos). Estas articulaciones permiten la flexión y extensión de los dedos del pie.
5. Articulaciones interfalángicas: son las articulaciones entre las falanges de los dedos del pie. Estas articulaciones permiten la flexión y extensión de los dedos del pie.
Las articulaciones del pie están rodeadas de tejidos blandos, como ligamentos, tendones y músculos, que proporcionan soporte y estabilidad a las articulaciones durante el movimiento. También están llenas de líquido sinovial, que lubrica las superficies articulares y reduce la fricción durante el movimiento.
Los fenómenos biomecánicos se refieren al estudio y la aplicación de los principios mecánicos y físicos a los sistemas biológicos, como los tejidos humanos y el cuerpo en su conjunto. Este campo interdisciplinario combina las ciencias de la vida y la ingeniería para entender cómo funcionan los organismos vivos y cómo responden a diversas fuerzas y movimientos.
En concreto, los fenómenos biomecánicos pueden incluir el análisis de las propiedades mecánicas de los tejidos, como la rigidez, la elasticidad y la viscoelasticidad; el estudio de la biomecánica de articulaciones y sistemas musculoesqueléticos; la investigación de la dinámica de fluidos en el cuerpo humano, como en el flujo sanguíneo y la respiración; y el diseño y evaluación de dispositivos médicos y ortopédicos.
La comprensión de los fenómenos biomecánicos es fundamental para una variedad de aplicaciones clínicas, como la prevención y el tratamiento de lesiones y enfermedades, el desarrollo de prótesis y dispositivos médicos, y la mejora del rendimiento atlético y la calidad de vida.
El disco articular temporomandibular, también conocido como menisco o disco articular, es un componente importante de la articulación temporomandibular (ATM). La ATM es la articulación que conecta la mandíbula inferior (mandíbula) con el cráneo. El disco articular está compuesto de tejido fibroso y se encuentra entre los huesos implicados en la articulación: la cavidad glenoides del cráneo (hueso temporal) y la cabeza de la mandíbula (condilo).
El disco articular desempeña un papel crucial al proporcionar amortiguación, estabilidad y movimiento suave en la articulación temporomandibular. Se adapta a la forma de ambos huesos y divide la articulación en dos cavidades: una superior y una inferior. La cavidad superior permite el movimiento de deslizamiento o translación, mientras que la cavidad inferior permite el movimiento de rotación. Esto facilita los diversos movimientos de la mandíbula, como la apertura y cierre de la boca, masticación, habla y sonrisa.
El disco articular está unido a varios ligamentos y músculos que controlan el movimiento de la articulación temporomandibular. Está compuesto por fibras de colágeno que le permiten soportar cargas y fuerzas durante los movimientos de la mandíbula. Aunque el disco articular generalmente funciona sin problemas, a veces puede desplazarse o desalinearse, lo que puede provocar dolor y trastornos temporomandibulares (TTD).
La articulación acromioclavicular (AC) es una articulación diarthrosis que se encuentra en la parte superior del hombro, donde la clavícula se une con el acromion, que es una parte de la escápula (omóplato). Es una pequeña articulación, pero desempeña un papel importante en el movimiento y la función del hombro.
La articulación AC está compuesta por los extremos planos y redondeados de la clavícula y el acromion, respectivamente, y está recubierta por una cápsula articular fibrosa. Dentro de la articulación, hay un pequeño disco de tejido fibrocartilaginoso que ayuda a distribuir las fuerzas y proteger el cartílago articular.
La articulación AC permite movimientos limitados de antepulsión y retroversión del hombro, así como algunos grados de rotación lateral. También proporciona estabilidad al hombro y ayuda a distribuir las fuerzas que se aplican sobre el brazo durante actividades como levantar objetos o empujar.
Las lesiones en la articulación AC son comunes, especialmente en deportes de contacto o actividades que involucran caídas o impactos directos en el hombro. Estas lesiones pueden variar desde esguinces leves hasta luxaciones graves, donde la clavícula se desplaza completamente de su posición normal respecto al acromion.
En términos médicos, una mutación se refiere a un cambio permanente y hereditable en la secuencia de nucleótidos del ADN (ácido desoxirribonucleico) que puede ocurrir de forma natural o inducida. Esta alteración puede afectar a uno o más pares de bases, segmentos de DNA o incluso intercambios cromosómicos completos.
Las mutaciones pueden tener diversos efectos sobre la función y expresión de los genes, dependiendo de dónde se localicen y cómo afecten a las secuencias reguladoras o codificantes. Algunas mutaciones no producen ningún cambio fenotípico visible (silenciosas), mientras que otras pueden conducir a alteraciones en el desarrollo, enfermedades genéticas o incluso cancer.
Es importante destacar que existen diferentes tipos de mutaciones, como por ejemplo: puntuales (sustituciones de una base por otra), deletérreas (pérdida de parte del DNA), insercionales (adición de nuevas bases al DNA) o estructurales (reordenamientos más complejos del DNA). Todas ellas desempeñan un papel fundamental en la evolución y diversidad biológica.
En terminología médica, una luxación se refiere a la separación completa de los extremos articulares de los huesos que forman una articulación. Esto ocurre cuando el cartílago articular (tejido suave y resbaladizo en las articulaciones) se desalinea y sale de su posición normal, causando la inestabilidad de la articulación y evitando que los huesos vuelvan a unirse sin tratamiento.
Las luxaciones pueden ocurrir como resultado de traumatismos graves, lesiones deportivas, accidentes automovilísticos u otras situaciones en las que se ejerce una fuerza extrema sobre una articulación. Algunas articulaciones, como el hombro, son más propensas a las luxaciones que otras, ya que tienen un rango de movimiento más amplio y pueden ser forzadas fuera de su posición con mayor facilidad.
Los síntomas de una luxación pueden incluir dolor intenso en la articulación afectada, hinchazón, moretones, incapacidad para mover la articulación y, en algunos casos, entumecimiento o adormecimiento en los tejidos circundantes si se ha dañado el nervio. El tratamiento de una luxación generalmente implica la reducción (reposicionamiento) de los huesos a su posición normal por parte de un profesional médico, seguida de inmovilización y fisioterapia para ayudar a restaurar el rango de movimiento y la fuerza en la articulación afectada. En algunos casos, se pueden requerir cirugías correctivas si las luxaciones recurrentes son un problema continuo.
La reparación del ADN es un proceso biológico fundamental que ocurre en las células, donde se identifican y corrigen los daños en la estructura del ácido desoxirribonucleico (ADN). El ADN es el material genético hereditario de los organismos y está compuesto por dos cadenas de nucleótidos que forman una doble hélice. Está constantemente expuesto a factores internos y externos que pueden dañarlo, como la radiación ionizante, productos químicos mutagénicos y errores durante la replicación del ADN.
Existen varios tipos de reparación del ADN, cada uno de los cuales se encarga de corregir diferentes tipos de daños:
1. Excisión de nucleótidos: Este tipo de reparación se utiliza para corregir lesiones causadas por la pérdida o alteración de una base nitrogenada (adenina, timina, guanina, citosina). Las enzimas encargadas de este proceso reconocen el daño, cortan la cadena de ADN en los extremos del daño y eliminan el segmento dañado. Posteriormente, las enzimas polimerasa y ligasa rellenan y sellan el hueco resultante, restaurando así la secuencia correcta de nucleótidos.
2. Recombinación homóloga: Este mecanismo se utiliza para reparar roturas dobles de la cadena de ADN y se basa en el intercambio de información genética entre dos moléculas de ADN idénticas o muy similares. Las regiones homólogas de las dos moléculas de ADN se alinean, y las secuencias no dañadas se utilizan para reconstruir la región dañada en una de las moléculas.
3. Reparación por escisión de bases: Este tipo de reparación se utiliza para corregir lesiones causadas por la alteración química de las bases, como la desaminación o la alquilación. Las enzimas reconocen el daño y eliminan la base alterada junto con un segmento adyacente de la cadena de ADN. Posteriormente, las enzimas polimerasa y ligasa rellenan y sellan el hueco resultante, restaurando así la secuencia correcta de nucleótidos.
4. Reparación por unión no homóloga: Este mecanismo se utiliza para reparar roturas dobles de la cadena de ADN cuando las regiones homólogas no están disponibles. Las extremidades de las roturas se unen mediante enlaces covalentes, aunque este proceso puede resultar en la formación de uniones incorrectas y mutaciones.
5. Reparación por translesión: Este mecanismo implica la síntesis de ADN a través de lesiones que bloquean el avance normal de la polimerasa. Las polimerasas especializadas, llamadas polimerasas de reparación por translesión, pueden incorporar nucleótidos a pesar del daño, aunque este proceso puede resultar en la introducción de mutaciones.
La eficacia y la precisión de estos mecanismos de reparación varían según el tipo de lesión y la disponibilidad de secuencias homólogas o no homólogas para guiar el proceso de reparación. La acumulación de daños en el ADN y la incapacidad de repararlos adecuadamente pueden conducir al envejecimiento celular, a la muerte celular programada (apoptosis) o a la transformación cancerosa.
La artritis reumatoide (AR) es una enfermedad autoinmune sistémica, caracterizada por la inflamación crónica de las articulaciones sinoviales. Implica el ataque del sistema inmunológico a los tejidos corporales sanos, particularmente en las membranas sinoviales que recubren las articulaciones. Esta respuesta autoinmune provoca la inflamación, hinchazón y dolor articular.
La AR puede causar daño articular permanente si no se trata adecuadamente. Puede afectar a cualquier articulación del cuerpo, pero generalmente afecta simétricamente a las articulaciones pequeñas de las manos y los pies. Además de los síntomas articulares, la artritis reumatoide puede afectar otros órganos y sistemas corporales, como el corazón, los pulmones, los ojos y los vasos sanguíneos.
La causa exacta de la AR sigue siendo desconocida, pero se cree que es el resultado de una combinación de factores genéticos y ambientales. No existe cura para la AR, pero los tratamientos pueden ayudar a controlar sus síntomas, reducir el daño articular y mejorar la calidad de vida de las personas afectadas. Estos tratamientos pueden incluir medicamentos, terapia física y cambios en el estilo de vida.