Unión de los fragmentos de un hueso fracturado en una posición defectuosa o anormal. Si dos huesos paralelos entre sí se unen por tejido óseo, el resultado es una unión cruzada.
Fracturas de la mandíbula superior o inferior.
Roturas de huesos.
Corte quirúrgico de un hueso. (Dorland, 28a ed)
Una fractura del radio se refiere a la ruptura o rotura en uno o ambos huesos de la antebrazo, el radio, que puede ocurrir en diferentes lugares como el cuello, cuerpo, muñeca y extremo distal.
Restauración fisiológica del tejido y función óseos después de una fractura. Incluye la formación del CALLO OSEO y su reemplazo normal por tejido óseo.
Uso de dispositivos internos (placas metálicas, clavos, vástagos, etc.) para sostener la posición de una fractura en la alineación adecuada.
Lesiones del hueso mandibular inferior.
Fracturas de la CABEZA DEL FÉMUR, el CUELLO DEL FÉMUR (FRACTURAS DEL CUELLO FEMORAL), los trocánteres o la región inter o subtrocantérea. Excluye las fracturas del acetábulo y las del hueso femoral por debajo de la región subtrocantérea (FRACTURAS DEL FÉMUR).
Oclusión resultante en una sobrecarga o lesión de un diente, tejido periodontal u otras estructuras orales.
Fracturas del fémur.
Ruptura de huesos en la columna vertebral.
Una fractura en que el hueso o una parte de él quedan reducidos a fragmentos o esquirlas. (Dorland, 28a ed)
Uso de dispositivos metálicos dentro o a través del hueso para sostener una fractura en una posición y alineamiento adecuado mientras cicatriza.
Roturas en los huesos resultado de la baja masa ósea y del deterioro de la microarquitectura, característico de la OSTEOPOROSIS.
Una fractura que se produce como resultado de la enfermedad de un hueso o por alguna causa que no puede descubrirse y que no se debe a un traumatismo. (Dorland, 28a ed)
Fracturas producidas por la tensión ocasionada por ejercicios repetidos. Se piensa que surgen por una combinación de FATIGA MUSCULAR y fallo óseo, y ocurren en situaciones donde la REMODELACIÓN ÓSEA predomina a la reparación. Los sitios más comunes de fracturas de estrés son el METATARSO, PERONÉ, TIBIA, y CUELLO FEMORAL.
Fracturas de la porción estrecha, corta, del hueso del muslo entre la cabeza del fémur y el trocánter. Se excluyen las fracturas intertrocantéricas que son FRACTURAS DE CADERAS.
Fracturas del hueso más largo del antebrazo.
El uso de clavos que se insertan en cavidades óseas con el fin de mantener los huesos fracturados juntos.
Una fractura de costilla es una rotura o grietas en uno o más huesos largos y planos que forman la caja torácica, comúnmente causada por traumatismos directos o indirectos a la pared torácica.
Fracturas del cráneo que pueden producirse por lesiones de la cabeza, penetrantes o no penetrantes, o raramente por ENFERMEDADES ÓSEAS (ver también FRACTURAS, ESPONTÁNEAS). Las fracturas de cráneo pueden clasificarse por su localización (ejemplo, FRACTURAS DE CRÁNEO, BASILAR), apariencia radiológica (ejemplo, lineal), o basada en la integridad del cráneo (ejemplo, FRACTURA DE CRÁNEO, DEPRIMIDA).
Fracturas de la mandíbula inferior.
Quiebra o ruptura de un diente o raíz dentaria.
Desmoronamiento o aplastamiento del HUESO esponjoso por fuerzas que actúan paralelamente al eje longitudinal del hueso. Se aplica particularmente a las fracturas de los cuerpos vertebrales (FRACTURAS ESPINALES). (Blauvelt and Nelson, A Manual of Orthopedic Terminology, 1994, p. 4)
Fracturas de la superficie articular de los huesos.
Reducción de la masa ósea sin alteración en la composición del hueso, lo que produce fracturas. La osteoporosis primaria puede ser de dos tipos principales: osteoporosis postmenopáusica (OSTEOPOROSIS, POSTMENOPAUSICA) y osteoporosis relacionada con la edad o senil.
Dispositivos implantables para la fijación de fracturas que se unen a los fragmentos de huesos con tornillos para hacer un puente que una las fracturas separadas y que proteja de las tensiones al sitio de fractura mientras que el hueso se consolida.
Bastones de hueso, metal, o de otro material utilizado para fijar los fragmentos o extremos de los huesos fracturados.
Fracturas de los huesos de la órbita, que incluye partes de los huesos frontal, etmoidal, lagrimal, y esfenoides y del maxilar y cigoma.
Fractura del extremo inferior del radio en la cual el fragmento inferior se desplaza posteriormente.
Depósito óseo formado entre y alrededor de los extremos rotos de las FRACTURAS ÓSEAS durante el proceso de cicatrización normal.
Fracturas alrededor de las prótesis de reemplazo o implantes de articulaciones. Pueden ocurrir durante la operación o después de la operación.

Las fracturas mal unidas, también conocidas como pseudarthrosis o falla en la consolidación ósea, se refieren a una complicación ortopédica donde un hueso roto no logra curarse y unirse correctamente durante el proceso de curación. Esto puede resultar en un movimiento anormal entre los fragmentos de hueso, debilidad estructural, dolor continuo y, en algunos casos, deformidades.

Las causas más comunes de las fracturas mal unidas incluyen:

1. Fracturas desplazadas o abiertas: Cuando los extremos de los huesos se separan significativamente o sobresalen a través de la piel, aumenta el riesgo de una mala unión.
2. Infección en el sitio de la fractura: La presencia de una infección puede interferir con el proceso natural de curación y provocar una falta de consolidación ósea.
3. Mala alineación durante la reducción de la fractura: Si los fragmentos de hueso no se alinean correctamente antes de inmovilizarlos, existe un mayor riesgo de que las superficies óseas no crezcan juntas adecuadamente.
4. Movimiento excesivo en el sitio de la fractura: Un movimiento o desplazamiento continuo en el sitio de la fractura puede impedir que los extremos de los huesos se unan correctamente.
5. Factores sistémicos: La presencia de ciertas afecciones médicas, como diabetes, enfermedad renal crónica o deficiencias nutricionales, pueden afectar la capacidad del cuerpo para curar las fracturas y aumentar el riesgo de mala unión.
6. Tratamiento inadecuado: El uso incorrecto de férulas, yesos u otros dispositivos de inmovilización puede provocar una mala unión si no proporcionan suficiente soporte o permiten demasiado movimiento en el sitio de la fractura.

El tratamiento de una mala unión dependerá de la gravedad y la ubicación de la lesión. En algunos casos, puede ser posible realinear los fragmentos de hueso mediante una cirugía llamada osteotomía, seguida de una nueva fijación con placas, tornillos u otros dispositivos ortopédicos. Otras opciones de tratamiento pueden incluir injertos óseos para estimular el crecimiento óseo o la fusión de las superficies articulares afectadas en casos graves. La fisioterapia y la rehabilitación también desempeñan un papel importante en el proceso de curación y recuperación después del tratamiento de una mala unión.

Las fracturas maxilomandibulares se refieren a las roturas o fracturas que ocurren en los huesos de la mandíbula (la mandíbula inferior) y el maxilar (el hueso que forma el paladar y la parte superior de la boca). Estas fracturas pueden ser causadas por traumatismos directos o indirectos, como accidentes automovilísticos, peleas o caídas.

Los síntomas de las fracturas maxilomandibulares pueden incluir dolor intenso en la mandíbula o el rostro, hinchazón facial, moretones, dificultad para mover la mandíbula, chasquear o crujir al abrir o cerrar la boca, y dientes sueltos o desalineados.

El tratamiento de las fracturas maxilomandibulares depende del tipo y la gravedad de la lesión. Por lo general, se requiere una intervención quirúrgica para alinear los huesos rotos y estabilizarlos con placas, tornillos o alambres. Después de la cirugía, puede ser necesario seguir una dieta blanda durante varias semanas mientras la mandíbula se recupera.

La rehabilitación después de una fractura maxilomandibular puede incluir fisioterapia y ejercicios para ayudar a restaurar el movimiento y la fuerza de la mandíbula. En algunos casos, también pueden ser necesarios tratamientos adicionales, como la extracción de dientes o la reconstrucción facial.

Una fractura ósea, simplemente conocida como fractura, es una ruptura o interrupción en la continuidad estructural de un hueso. Puede ser causada por traumatismos directos o indirectos, como caídas, accidentes automovilísticos, lesiones deportivas graves, o por enfermedades que debilitan los huesos, como la osteoporosis o el cáncer óseo.

Las fracturas se pueden clasificar de diversas maneras según su localización, patrón, mecanismo de causación y grado de desplazamiento. Algunos tipos comunes de fracturas incluyen las fracturas lineales (donde el hueso se rompe en una línea recta), fracturas oblicuas (donde el hueso se rompe en un ángulo), fracturas en esquina o cominutivas (donde el hueso se rompe en varios fragmentos), y fracturas abiertas o compuestas (donde la piel está rota y los extremos del hueso sobresalen).

El tratamiento de las fracturas depende del tipo, localización y gravedad de la lesión. Puede incluir inmovilización con un yeso o férula, cirugía para alinear y estabilizar los fragmentos óseos con placas, tornillos o clavijas, o en algunos casos, tracción o cirugía de reemplazo articular. El pronóstico también varía según la gravedad de la fractura y la prontitud y eficacia del tratamiento; sin embargo, con el cuidado médico adecuado, la mayoría de las personas se recuperan completamente de las fracturas óseas.

La osteotomía es un procedimiento quirúrgico ortopédico en el que se corta o se secciona un hueso en un punto específico. Esto se realiza con el objetivo de corregir deformidades óseas o alteraciones del alineamiento, como las producidas por artrosis, displasia de cadera o rodilla vara. Después de la osteotomía, el hueso se fija en la nueva posición deseada utilizando diferentes técnicas, como placas, clavos o tornillos, hasta que cicatriza y se solidifica (un proceso conocido como consolidadción). La osteotomía puede realizarse en diversas partes del esqueleto, dependiendo de la afección que se esté tratando.

Las fracturas del radio se refieren a las roturas o fracturas que ocurren en el hueso radial, uno de los dos huesos largos del antebrazo. El radio es el hueso más lateral (exterior) y se extiende desde la articulación del codo hasta la muñeca.

Las fracturas del radio pueden ocurrir en cualquier parte a lo largo del hueso, pero algunos lugares comunes incluyen:

1. Fractura de la cabeza radial: Esta fractura ocurre cerca de la extremidad superior del radio y puede involucrar a la articulación del codo.
2. Fractura del cuello radial: Esta fractura se produce justo debajo de la cabeza radial, cerca de la articulación del codo.
3. Fractura de la diáfisis radial: La diáfisis es la parte media del hueso largo, y las fracturas en esta área pueden ocurrir como resultado de trauma de alta energía, como accidentes automovilísticos.
4. Fractura de la muñeca radial: Esta fractura se produce cerca de la extremidad inferior del radio, en la articulación de la muñeca. La fractura más común en esta área es la fractura de Colles, donde el extremo inferior del radio se desplaza hacia atrás (dorsalmente).
5. Fractura de radio distal: Esta fractura ocurre cerca de la articulación de la muñeca y puede involucrar a los ligamentos y los tejidos blandos circundantes.

El tratamiento de las fracturas del radio depende de la ubicación y la gravedad de la fractura, así como de la edad y la salud general del paciente. Puede incluir inmovilización con un yeso o férula, cirugía para alinear y estabilizar el hueso con placas y tornillos, o reemplazo articulario en fracturas complejas o graves. La fisioterapia y la rehabilitación también pueden ser necesarias para ayudar al paciente a recuperar la fuerza y la movilidad después del tratamiento.

La curación de fracturas, también conocida como osteosíntesis, se refiere al proceso médico en el que los huesos rotos o fracturados son reparados y vuelven a unirse. Este procedimiento puede implicar varios métodos, incluyendo el uso de férulas, yesos, tablillas, clavijas, alambres o placas metálicas para mantener los fragmentos de hueso en su posición correcta mientras sanan.

La curación natural de una fractura implica cuatro etapas principales: la formación de un coágulo sanguíneo alrededor de la zona fracturada, la creación de callo óseo blando (tejido conectivo) que une los extremos rotos, la transformación del callo blando en callo duro (tejido cartilaginoso), y finalmente, el proceso de remodelación en el que el hueso vuelve a adquirir su forma y fuerza originales.

El tiempo necesario para que una fractura se cure completamente varía dependiendo de la gravedad de la lesión, la localización de la fractura, la edad y el estado de salud general del paciente. Durante este proceso, es fundamental evitar cualquier actividad que pueda causar más daño o interferir con la curación adecuada. La fisioterapia y los ejercicios específicos pueden ser recomendados una vez que el médico determine que el hueso está lo suficientemente fuerte para soportar cierto grado de estrés.

La fijación interna de fracturas es un procedimiento quirúrgico ortopédico en el que se utilizan varios dispositivos médicos, como placas, tornillos, clavos o barras, para mantener los fragmentos óseos rotos en su lugar mientras la fractura sana. Estos dispositivos se insertan directamente dentro del hueso a través de pequeñas incisiones o cortes.

El objetivo principal de la fijación interna es restaurar la integridad estructural y la función normal del hueso lo más pronto posible después de una fractura compleja. Ayuda a mantener la alineación correcta de los extremos rotos durante el proceso de curación, reduce el dolor y la probabilidad de complicaciones asociadas con las fracturas, como la mala unión o desalineación de los huesos.

Después de la cirugía, generalmente se requiere un período de inmovilización y rehabilitación para permitir que el hueso sane correctamente. La duración del proceso de curación depende de varios factores, como la gravedad de la fractura, la ubicación del hueso afectado y la salud general del paciente.

Es importante tener en cuenta que, aunque estos dispositivos de fijación interna desempeñan un papel crucial en el proceso de curación, no siempre son permanentes. En algunos casos, pueden ser necesarios procedimientos adicionales para quitarlos una vez que el hueso ha sanado por completo.

Los traumatismos mandibulares se refieren a lesiones o daños físicos causados a la mandíbula, también conocida como el hueso maxilar inferior. Estas lesiones pueden variar en gravedad desde moretones y esguinces leves hasta fracturas complejas que involucran múltiples fragmentos de hueso.

Los traumatismos mandibulares suelen ser el resultado de un impacto directo o una fuerza repentina y violenta aplicada a la mandíbula. Esto puede ocurrir durante accidentes automovilísticos, caídas, peleas, deportes de contacto o incluso mordidas violentas.

Los síntomas comunes de un traumatismo mandibular incluyen dolor, hinchazón, moretones, hematomas, dificultad para mover la mandíbula y dientes desalineados o sueltos. En casos más graves, pueden observarse signos de shock, sangrado severo y pérdida de conciencia.

El tratamiento de los traumatismos mandibulares depende de la gravedad de la lesión. Puede incluir medicamentos para el dolor, hielo para reducir la hinchazón, reposición de dientes desalineados o sueltos, y en casos más graves, cirugía para estabilizar los fragmentos de hueso fracturados. La rehabilitación puede incluir fisioterapia para ayudar a restaurar el movimiento y la función normal de la mandíbula.

Una fractura de cadera es una lesión común en adultos mayores, especialmente aquellos con osteoporosis. Se produce cuando hay un daño en la articulación de la cadera, que generalmente involucra el fémur (hueso del muslo) y la cavidad acetabular del hueso ilíaco. Las fracturas de cadera pueden ser causadas por una caída o trauma directo, pero también pueden ocurrir sin causa aparente en personas con osteoporosis severa.

Existen diferentes tipos de fracturas de cadera, incluyendo:

1. Fractura del cuello femoral: Es la más común y se produce en la unión entre el fémur y la cabeza femoral.
2. Fractura intertrocantérica: Se localiza por debajo del cuello femoral, en la región donde el fémur se ensancha para formar el trocánter mayor y menor.
3. Fracturas de la diáfisis femoral: Son fracturas que afectan al cuerpo principal del fémur.
4. Fracturas articulares o intraarticulares: Ocurren dentro de la articulación de la cadera y pueden involucrar la cabeza femoral y el acetábulo.

El tratamiento suele implicar cirugía para estabilizar la fractura, restaurir la longitud del fémur y permitir la movilización temprana del paciente. Los procedimientos quirúrgicos pueden incluir prótesis totales de cadera, clavijas y placas o tornillos intramedulares. El pronóstico depende de factores como la edad, salud general del paciente, tipo y localización de la fractura, y la capacidad funcional previa. Las complicaciones pueden incluir infección, trombosis venosa profunda, necrosis avascular de la cabeza femoral y artrosis postraumática.

La oclusión dental traumática se refiere a una condición dental donde hay un desalineamiento o contacto anormal entre las superficies de mordida de los dientes superior e inferior, lo que resulta en una interferencia en el patrón normal de la masticación y movimiento de la mandíbula. Esta situación puede ser causada por varios factores, incluyendo traumatismos dentales, bruxismo (rechinar o apretar los dientes), desgaste dental, restauraciones dentales mal ajustadas o dientes con tamaño o forma anormal.

La oclusión dental traumática puede conducir a una variedad de problemas dentales y articulares temporomandibulares (ATM), como dolor de muelas, sensibilidad dental, dolores de cabeza, dolor facial, desgaste excesivo de los dientes, fracturas dentales, movimiento o luxación de los dientes y problemas en la articulación temporomandibular. El tratamiento de la oclusión dental traumática generalmente implica la corrección del problema subyacente a través de diversos procedimientos dentales, como la odontología restauradora, la ortodoncia o la cirugía oral y maxilofacial.

Una fractura de fémur se refiere a un rompimiento o quebradura en el hueso femoral, que es el hueso más grande y fuerte del cuerpo humano. El fémur se extiende desde la cadera hasta la rodilla y puede sufrir diferentes tipos de fracturas dependiendo de diversos factores como la fuerza del traumatismo, la localización y el estado de salud del paciente.

Algunos de los tipos comunes de fracturas de fémur incluyen:

1. Fractura de cuello de fémur: Ocurre cerca de la articulación de la cadera y es más frecuente en personas mayores con osteoporosis.
2. Fractura diafisaria: Se produce en la parte central o diáfisis del hueso, siendo las causas más comunes los accidentes automovilísticos o caídas desde gran altura.
3. Fracturas de extremidad distal: Estas se localizan cerca de la articulación de la rodilla y pueden ser concomitantes a lesiones ligamentosas o meniscales.
4. Fracturas complejas o abiertas: Suceden cuando el hueso se fractura y perfora la piel, aumentando el riesgo de infección y complicaciones adicionales.
5. Fracturas por estrés: Son pequeñas fisuras en el hueso causadas por sobrecargas repetitivas o entrenamiento excesivo, especialmente en atletas.

El tratamiento de las fracturas de fémur dependerá del tipo y gravedad de la lesión, así como de las condiciones médicas generales del paciente. Puede incluir inmovilización con férulas o yesos, cirugía para colocar placas y tornillos, o el uso de dispositivos de fracturas internas como clavos intramedulares para mantener la alineación adecuada del hueso mientras se recupera. La rehabilitación posterior es fundamental para restablecer la fuerza, el rango de movimiento y la función normal en la extremidad afectada.

Las fracturas de la columna vertebral se refieren a una rotura o quebradura en uno o más huesos de la columna vertebral. Estas lesiones pueden variar desde fracturas simples hasta condiciones graves y potencialmente discapacitantes, como las fracturas complejas o las fracturas vertebrales por compresión.

Las causas más comunes de las fracturas de la columna vertebral son lesiones traumáticas, como caídas, accidentes automovilísticos o deportivos. También pueden ser el resultado de afecciones médicas subyacentes que debilitan los huesos, como la osteoporosis, cáncer metastásico o enfermedades genéticas que afectan la integridad ósea.

Los síntomas asociados con las fracturas de la columna vertebral pueden incluir dolor de espalda agudo o sordo, rigidez, disminución de la altura corporal, pérdida de movilidad y, en casos graves, debilidad o parálisis de las extremidades inferiores. El tratamiento depende de la gravedad y la ubicación de la fractura, pero puede incluir inmovilización con un corsé ortopédico, cirugía para estabilizar la columna vertebral o terapias de rehabilitación para ayudar a restaurar la función.

Es importante buscar atención médica inmediata si se sospecha una fractura de la columna vertebral, ya que el diagnóstado y tratamiento tempranos pueden ayudar a prevenir complicaciones graves y promover una mejor recuperación.

Las fracturas conminutas son un tipo de fractura ósea en la que el hueso se rompe en tres o más fragmentos o partes. Esta fractura es comúnmente causada por traumas graves, como accidentes automovilísticos o caídas desde gran altura. En estos casos, el hueso se descompone en varios pedazos pequeños y a menudo desplazados, lo que puede dificultar el proceso de curación y requerir intervención quirúrgica para lograr la correcta alineación y fijación de los fragmentos. Las fracturas conminutas pueden ocurrir en cualquier hueso del cuerpo, pero son especialmente comunes en las extremidades superiores e inferiores, así como en la pelvis y la columna vertebral. La complicación más frecuente de este tipo de fractura es la pseudartrosis, o la falta de consolidación del hueso roto, que puede llevar a una discapacidad permanente si no se trata adecuadamente.

La fijación de fracturas es un procedimiento quirúrgico ortopédico en el que se utilizan diferentes métodos y dispositivos para mantener los extremos de un hueso roto (fracturado) en su alineación correcta mientras sana. Esto ayuda a garantizar una curación adecuada y reduce el riesgo de complicaciones como la mala alineación o la curvatura anormal del hueso (deformidad).

Hay varios métodos de fijación de fracturas, incluyendo:

1. Clavos intramedulars: Se introducen por el centro del hueso a través de una pequeña incisión. Son especialmente útiles en fracturas largas de huesos como el fémur (hueso del muslo) y el húmero (hueso del brazo).

2. Placas y tornillos: Se utilizan cuando se necesita una fijación más estable, especialmente en fracturas complejas o inestables. Se colocan a través de incisiones más grandes y se sujetan al hueso con tornillos.

3. Fijadores externos: Consisten en varillas que se insertan a través de la piel y se fijan al hueso roto. Luego, se unen a una estructura externa para mantener el hueso en su lugar. Se utilizan a menudo cuando hay tejido blando dañado que necesita tiempo para sanar antes de que se pueda realizar una fijación interna.

4. Yesos y férulas: Aunque no son dispositivos quirúrgicos, los yesos y las férulas también pueden usarse para estabilizar fracturas simples y mantener la alineación correcta durante el proceso de curación.

La elección del método de fijación depende del tipo y la localización de la fractura, así como de otros factores como la edad y la salud general del paciente. El objetivo final de la fijación de fracturas es restaurar la integridad estructural del hueso y permitir que vuelva a su función normal lo antes posible.

Las fracturas osteoporóticas son roturas óseas que se producen generalmente en los huesos débiles y frágiles de personas con osteoporosis. La osteoporosis es una enfermedad que hace que los huesos se vuelvan más delgados y propensos a las fracturas. Las fracturas osteoporóticas pueden ocurrir en cualquier hueso, pero son más comunes en la cadera, la columna vertebral y el wrist (muñeca).

Estas fracturas suelen ser causadas por caídas menores o incluso por movimientos normales como toser o estornudar con fuerza. En algunos casos, las personas con osteoporosis pueden experimentar fracturas espontáneas sin haber tenido ningún trauma previo.

Las fracturas osteoporóticas pueden ser muy debilitantes y provocar dolor intenso, discapacidad y pérdida de movilidad. También aumentan el riesgo de morbilidad y mortalidad, especialmente en las personas mayores. Además, una fractura osteoporótica puede ser el primer signo de osteoporosis y servir como indicador de la necesidad de un tratamiento adicional para prevenir futuras fracturas.

Las fracturas espontáneas son un tipo de fractura ósea que ocurre sin la presencia de un trauma traumático significativo. Estas fracturas suelen estar relacionadas con condiciones médicas subyacentes que debilitan el tejido óseo, haciéndolo más frágil y susceptible a romperse bajo la carga normal del peso corporal o incluso sin ningún tipo de carga.

Las causas más comunes de las fracturas espontáneas incluyen enfermedades que comprometen la integridad ósea, como la osteoporosis, la osteogenesis imperfecta (enfermedad de los huesos frágiles), los tumores óseos y los trastornos hormonales. La osteoporosis es el factor contribuyente más común, especialmente en personas mayores, ya que provoca una pérdida de densidad mineral ósea y un deterioro de la microarquitectura del hueso, lo que aumenta significativamente el riesgo de fracturas espontáneas.

Las localizaciones más comunes para las fracturas espontáneas son las vértebras, los femures (huesos del muslo), los húmeros (huesos del brazo superior) y las muñecas. Los síntomas suelen incluir dolor agudo o sordo en el sitio de la fractura, hinchazón, moretones, deformidad y dificultad para mover la extremidad afectada. El tratamiento dependerá del tipo y la gravedad de la fractura, pero generalmente implicará medidas para aliviar el dolor, restaurar la integridad estructural del hueso y promover la curación ósea. Estas medidas pueden incluir el uso de férulas, yesos o dispositivos ortopédicos, así como la administración de medicamentos para aliviar el dolor y fomentar la formación de tejido óseo nuevo. En algunos casos, la cirugía puede ser necesaria para estabilizar la fractura y promover una correcta curación.

Las fracturas por estrés, también conocidas como fracturas de fatiga o fisuras de fatiga, son un tipo de lesión en el hueso que ocurre como resultado de una tensión repetitiva y prolongada, en lugar de una lesión aguda o traumática importante. Estas fracturas suelen afectar a los atletas y a aquellos que participan en actividades físicas intensas y repetitivas, como correr, bailar o practicar deportes de alto impacto.

Las fisuras por estrés se desarrollan gradualmente cuando el hueso está sometido a cargas repetidas e iguales, lo que provoca microdaños en su estructura interna. Si no se descansa ni se trata adecuadamente, estos pequeños daños pueden acumularse y propagarse, eventualmente conduciendo a una fractura completa.

Las áreas más comunes donde ocurren las fracturas por estrés son los metatarsianos del pie (fracturas de estrés de Jones), la tibia (fracturas de estrés de la tibia) y el hueso del espolón de la escápula (fracturas de estrés de la escápula). Los síntomas pueden incluir dolor y sensibilidad en el sitio de la lesión, especialmente durante la actividad física, hinchazón, moretones y dificultad para soportar peso o realizar movimientos específicos. El diagnóstico generalmente se realiza mediante radiografías, aunque a veces pueden ser necesarias pruebas adicionales, como resonancias magnéticas o escáneres óseos, para confirmar la presencia de una fractura por estrés.

El tratamiento suele implicar descanso y protección del hueso afectado, así como el uso de férulas, yesos o dispositivos ortopédicos para mantener la alineación correcta durante la curación. En algunos casos, la cirugía puede ser necesaria para estabilizar la fractura o acelerar el proceso de curación. La fisioterapia y los ejercicios de rehabilitación también pueden desempeñar un papel importante en la recuperación, ayudando a restaurar la fuerza, el rango de movimiento y la función normal del hueso y los tejidos circundantes.

Las fracturas del cuello femoral se refieren a las roturas o fisuras que ocurren en el cuello del fémur, que es la porción superior y más angosta de este hueso, ubicada justo encima de la cabeza del fémur. La cabeza del fémur forma la articulación con la cadera. Las fracturas del cuello femoral son comunes en personas mayores, especialmente aquellas con osteoporosis, una afección que debilita los huesos y hace que sean más frágiles y propensos a las fracturas.

Estas fracturas pueden clasificarse en diferentes tipos según su localización, la orientación de la fractura y la integridad del suministro de sangre a la cabeza femoral. Algunos de los tipos más comunes son:

1. Fractura intracapsular: Ocurre dentro de la cápsula articular de la articulación de la cadera y puede implicar la interrupción del suministro de sangre a la cabeza femoral, lo que aumenta el riesgo de necrosis avascular (muerte del tejido óseo debido a la falta de irrigación sanguínea).
2. Fractura extracapsular: Se produce fuera de la cápsula articular y, por lo general, no interfiere con el suministro de sangre a la cabeza femoral.
3. Fracturas displásicas: Suelen ocurrir en personas más jóvenes que tienen una displasia de cadera, una afección en la que la articulación de la cadera se desarrolla de manera anormal. Estas fracturas pueden ser difíciles de tratar y tienen un mayor riesgo de complicaciones.
4. Fracturas por avulsión: Son fracturas en las que un fragmento óseo se desprende de su lugar de origen como resultado de la tracción excesiva de un músculo o tendón adjunto.

El tratamiento de las fracturas de cadera depende de varios factores, como la edad del paciente, el estado de salud general, la ubicación y el tipo de fractura, así como la actividad funcional previa. En la mayoría de los casos, se requiere cirugía para estabilizar la fractura y permitir una movilización temprana y una rehabilitación adecuada. Algunas opciones de tratamiento incluyen:

1. Fijación interna con clavos endomedulares o placas y tornillos: Se utilizan para estabilizar las fracturas que se producen dentro de la cavidad medular del fémur o en los huesos de la pelvis. Estos dispositivos permiten mantener la alineación adecuada de los fragmentos óseos mientras sanan.
2. Prótesis totales de cadera: Se utilizan cuando la fractura ha dañado gravemente el cartílago articular o el hueso subyacente, lo que hace imposible una reparación adecuada. En estos casos, se extraen los extremos superior e inferior del fémur y se reemplazan con componentes protésicos de metal y plástico.
3. Fijadores externos: Se utilizan en casos más complejos donde no es posible realizar una cirugía invasiva o cuando el paciente presenta problemas de salud graves que aumentan el riesgo quirúrgico. Los fijadores externos consisten en varillas y alambres que se unen a los fragmentos óseos desde el exterior, proporcionando estabilidad y permitiendo la curación gradual de la fractura.

Después de la cirugía, es fundamental seguir un programa de rehabilitación adecuado para recuperar la fuerza, el rango de movimiento y la función articular lo más pronto posible. La fisioterapia y los ejercicios de fortalecimiento son esenciales para ayudar al paciente a volver a sus actividades diarias normales y prevenir complicaciones como la pérdida de masa muscular y la rigidez articular.

En resumen, el tratamiento de las fracturas del fémur en adultos mayores requiere una evaluación cuidadosa de las condiciones médicas y funcionales del paciente, así como una consideración cuidadosa de los riesgos y beneficios de cada opción de tratamiento. La cirugía es a menudo la mejor opción para lograr una unión ósea adecuada y permitir una recuperación más rápida y completa. Después de la cirugía, un programa de rehabilitación adecuado es fundamental para ayudar al paciente a recuperar la fuerza, el rango de movimiento y la función articular lo más pronto posible.

Las fracturas del cúbito se refieren a las roturas o fracturas que ocurren en el hueso del cúbito, uno de los dos huesos largos del antebrazo. Estas fracturas pueden ocurrir como resultado de trauma directo o indirecto, como una caída, un golpe o una lesión deportiva.

Las fracturas del cúbito se clasifican comúnmente en función de su localización y patrones de fractura. Algunos tipos comunes de fracturas del cúbito incluyen:

1. Fractura del olécranon: una fractura que ocurre en la extremidad superior del cúbito, cerca de la articulación del codo.
2. Fractura de la diáfisis: una fractura que ocurre en el cuerpo principal del hueso del cúbito.
3. Fractura de la cabeza radial: una fractura que ocurre en la extremidad inferior del cúbito, cerca de la articulación del muñón.
4. Fractura de Galeazzi: una fractura compleja que involucra una fractura de la diáfisis del cúbito y una luxación o subluxación de la muñeca.
5. Fractura de Monteggia: una fractura compleja que involucra una fractura de la extremidad superior del cúbito y una luxación o subluxación de la articulación del codo.

Los síntomas de las fracturas del cúbito pueden incluir dolor intenso, hinchazón y moretones en el antebrazo, incapacidad para mover el brazo o el codo, deformidad visible del brazo o del codo, y sensibilidad al tacto en la zona afectada. El tratamiento puede incluir inmovilización con un yeso o una férula, fisioterapia y, en algunos casos, cirugía para estabilizar la fractura y promover la curación adecuada.

La fijación intramedular de fracturas es un procedimiento quirúrgico ortopédico en el que se utiliza un clavo o tornillo especialmente diseñado para estabilizar y alinear correctamente un hueso roto. El proceso implica la inserción del clavo metálico a través de la médula ósea, que es el espacio interior hueco en el centro de los huesos largos.

Este tipo de fijación se utiliza comúnmente en fracturas de huesos largos como el fémur (hueso del muslo), la tibia (hueso de la pierna) y el húmero (hueso del brazo). El clavo intramedular proporciona una fuerza de compresión que ayuda a mantener el hueso en su lugar mientras se cura, lo que puede acelerar el proceso de recuperación y reducir el riesgo de complicaciones como la pseudartrosis (fractura no unida) o la mala alineación del hueso.

Después de la cirugía, se requiere rehabilitación y fisioterapia para ayudar a restaurar la fuerza, el rango de movimiento y la función normal del miembro afectado. Aunque este procedimiento es generalmente seguro y efectivo, como cualquier cirugía, conlleva riesgos potenciales, como infección, daño nervioso o vascular, y la necesidad de una segunda intervención quirúrgica si el clavo se afloja o se rompe.

Las fracturas de costillas se definen como la ruptura o rotura de uno o más huesos de la caja torácica, que están compuestos normalmente por 12 pares de costillas. Estas lesiones pueden variar en gravedad, desde una pequeña fractura en la parte superior de la costilla hasta múltiples fracturas en varias costillas.

Las fracturas de costillas suelen ocurrir como resultado de un traumatismo directo sobre el pecho, como en un accidente automovilístico, una caída o un impacto deportivo. También pueden producirse por una fuerza repetitiva y continua, como en el caso del cribado o la tos crónica en personas con afecciones pulmonares subyacentes.

Los síntomas más comunes de las fracturas de costillas incluyen dolor intenso en el pecho o la espalda, especialmente al toser, respirar profundamente o moverse; dificultad para respirar; sensibilidad al tacto en el área afectada y moretones visibles. En algunos casos, las fracturas de costillas pueden asociarse con lesiones internas graves, como neumotórax (aire en el espacio pleural), hemotórax (sangre en el espacio pleural) o lesión pulmonar.

El tratamiento de las fracturas de costillas depende de la gravedad y la ubicación de la lesión. En la mayoría de los casos, el tratamiento es conservador e implica el uso de analgésicos para aliviar el dolor, la aplicación de hielo para reducir la inflamación y el reposo en cama durante un período corto de tiempo. La fisioterapia respiratoria también puede ser útil para prevenir complicaciones pulmonares. En casos graves o complicados, se pueden requerir intervenciones quirúrgicas, como la fijación interna con placas y tornillos o la colocación de un tubo de drenaje torácico para eliminar el aire o la sangre acumulada en el espacio pleural.

Las fracturas craneales se refieren a roturas o fracturas en los huesos que forman el cráneo. Estas lesiones pueden variar en gravedad, desde fracturas simples sin daño adicional, hasta fracturas compuestas que involucran laceraciones de la piel y exposición del cerebro.

Las causas más comunes de las fracturas craneales son traumatismos contundentes o penetrantes a la cabeza, como los que podrían ocurrir durante accidentes automovilísticos, caídas, actos violentos o deportes de contacto.

Los síntomas asociados con las fracturas craneales pueden incluir dolor de cabeza, moretones alrededor de la zona afectada, hematomas (moretones) debajo de la piel, hemorragia nasal o auditiva, pérdida de conciencia, confusión, visión doble, convulsiones y dificultad para hablar o tragar.

El tratamiento depende del tipo y gravedad de la fractura. Algunas fracturas simples pueden sanar por sí solas con reposo y cuidados conservadores, mientras que otras pueden requerir intervención quirúrgica para estabilizar los huesos rotos y prevenir complicaciones.

Es importante buscar atención médica inmediata si se sospecha una fractura craneal, ya que estas lesiones pueden ser potencialmente graves e incluso mortales si no se tratan adecuadamente. Además, los daños en el cerebro asociados con las fracturas craneales pueden provocar diversas secuelas neurológicas y cognitivas a largo plazo.

Las fracturas mandibulares, también conocidas como fracturas de la mandíbula o quijada, se refieren a las roturas en uno o más lugares de este hueso que forma la estructura facial inferior y constituye la base del cráneo. La mandíbula es responsable de las funciones vitales como masticar, hablar e incluso respirar.

Estas fracturas pueden ser causadas por traumatismos directos o indirectos, comúnmente asociados con accidentes automovilísticos, peleas, caídas, deportes de contacto o actos violentos. Los síntomas suelen incluir dolor intenso en la zona afectada, hinchazón, moretones, hematomas, dificultad para mover la mandíbula, asimetría facial, sonido de chasquido al abrir y cerrar la boca, y en algunos casos, dientes flojos o desalineados.

El tratamiento generalmente involucra intervención quirúrgica para alinear los fragmentos óseos y mantenerlos en su posición correcta mientras sanan. Este proceso puede implicar el uso de placas, tornillos y alambres especializados. Después del procedimiento, una dieta líquida o blanda se recomienda hasta que la recuperación esté completada. El pronóstico es generalmente bueno si se proporciona un tratamiento oportuno y adecuado.

En terminología dental, una fractura de diente se refiere a la ruptura parcial o completa de la estructura dental como consecuencia de un traumatismo. Estas fracturas pueden afectar a cualquier parte del diente, incluyendo la corona (la parte visible del diente), el cuello (la zona donde se une el diente con el periodonto) o la raíz (la porción insertada en el hueso maxilar).

Las fracturas dentales se clasifican en función de su localización y gravedad:

1. Fractura de la corona: Se produce cuando hay una rotura en la parte superior del diente, que es la parte visible de la boca. Puede afectar al esmalte, la dentina y, en casos más graves, incluso a la pulpa dental (donde se encuentran los vasos sanguíneos y nervios).

2. Fractura del cuello del diente: Ocurre en la zona donde el diente se une con el periodonto (los tejidos que soportan el diente). Este tipo de fracturas pueden extenderse hasta la pulpa dental y suelen ser difíciles de tratar, ya que la unión entre el diente y el periodonto es delicada.

3. Fractura de la raíz: Se da cuando se rompe la parte del diente insertada en el hueso maxilar. Puede no causar síntomas inmediatos, pero con el tiempo puede provocar infecciones y dolor si queda tejido pulpar expuesto o si los fragmentos de raíz se desplazan.

4. Fractura vertical alveolar: Es una fractura que afecta tanto al diente como al hueso maxilar que lo soporta. Puede provocar la movilidad o incluso la pérdida del diente afectado.

5. Fractura oblicua: Se trata de una fractura irregular que puede afectar a diferentes partes del diente, desde la corona hasta la raíz. Su tratamiento dependerá de la gravedad y extensión de la lesión.

El pronóstico y el tratamiento de las fracturas dentales varían en función del tipo y la gravedad de la lesión. En general, cuanto antes se detecte y trate una fractura dental, mayores serán las posibilidades de éxito y preservación del diente afectado. Los tratamientos pueden incluir reconstrucciones dentales, endodoncias, férulas o incluso la extracción del diente en casos graves. La prevención es clave para evitar lesiones dentales: use protectores bucales durante la práctica de deportes de contacto y mantenga una higiene dental adecuada para fortalecer sus dientes y encías.

Las fracturas por compresión se refieren a un tipo específico de fractura vertebral que generalmente ocurre en la columna vertebral. Se producen cuando la parte frontal (cuerpo) de una vértebra se aplasta o colapsa mientras que la parte posterior de la vértebra permanece intacta. Esto puede hacer que la vértebra se comprima y se reduzca en altura.

Este tipo de fracturas son más comunes en los huesos debilitados por osteoporosis, un trastorno que hace que los huesos se vuelvan frágiles y propensos a romperse incluso con una lesión menor. Sin embargo, también pueden ocurrir como resultado de traumas graves, como accidentes automovilísticos o caídas desde gran altura.

Los síntomas de las fracturas por compresión pueden incluir dolor de espalda severo, rigidez, pérdida de altura y una curvatura anormal en la columna vertebral. El tratamiento generalmente implica el uso de un corsé ortopédico para mantener la columna vertebral inmóvil mientras la fractura sana. En algunos casos, se puede considerar la cirugía. La prevención es especialmente importante en personas mayores, ya que las medidas preventivas contra la osteoporosis pueden ayudar a reducir el riesgo de desarrollar estas fracturas.

Las fracturas intraarticulares son un tipo de fractura que involucran la superficie articular o el cartílago de un hueso. Estas fracturas pueden ocurrir en cualquier articulación del cuerpo, pero son más comunes en las articulaciones de la muñeca, tobillo y rodilla.

Las fracturas intraarticulares se clasifican en dos categorías principales: fracturas articulares desplazadas y no desplazadas. Las fracturas articulares desplazadas ocurren cuando los extremos de los huesos se separan y están desalineados, lo que puede requerir cirugía para corregir. Por otro lado, las fracturas articulares no desplazadas ocurren cuando los extremos de los huesos permanecen alineados, pero aun así pueden causar daño en la superficie articular y requerir tratamiento médico.

Estas fracturas pueden ser causadas por una variedad de factores, incluyendo traumatismos directos o indirectos, como caídas, accidentes automovilísticos o lesiones deportivas. Los síntomas más comunes de las fracturas intraarticulares incluyen dolor intenso, hinchazón y moretones en la articulación afectada, dificultad para mover la articulación y en algunos casos, deformidad visible.

El tratamiento de las fracturas intraarticulares depende del tipo y gravedad de la lesión. En general, el objetivo es restaurar la alineación y estabilidad articular lo más cerca posible de su estado normal para minimizar el riesgo de artritis postraumática y otras complicaciones a largo plazo. El tratamiento puede incluir inmovilización con un yeso o férula, cirugía para reparar o reemplazar la superficie articular dañada, fisioterapia y rehabilitación posterior al tratamiento.

La osteoporosis es una enfermedad esquelética caracterizada por una disminución de la masa ósea y alteraciones de la microarquitectura del tejido óseo, lo que conduce a un aumento de la fragilidad y susceptibilidad a sufrir fracturas. Normalmente se diagnostica mediante densitometría ósea y se mide según los valores de T-score y Z-score. Es una enfermedad silentemente progresiva, sin síntomas hasta que se produce una fractura. Las fracturas más comunes ocurren en la muñeca, cadera y vértebras. La osteoporosis puede prevenirse y tratarse con estilos de vida saludables, como ejercicio regular y dieta adecuada, y con fármacos específicos, como bisfosfonatos, denosumab, teriparatida o ranelato de estroncio. Las principales causas de osteoporosis son la menopausia precoz, historia familiar de fracturas osteoporóticas, tabaquismo, consumo excesivo de alcohol, baja ingesta de calcio y vitamina D, falta de ejercicio físico, enfermedades endocrinas y uso prolongado de corticoides.

Las placas óseas, en términos médicos, se refieren a depósitos anormales de calcio y otros minerales que se acumulan en el tejido blando que recubre los huesos. Estas estructuras duras y planas se forman cuando las células llamadas osteoclastos no pueden descomponer suficientemente el tejido óseo viejo y dañado, lo que resulta en un exceso de reabsorción ósea.

Esta afección puede ser causada por diversos factores, incluyendo trastornos hormonales, como la hiperparatiroidismo o la deficiencia de vitamina D, enfermedades renales crónicas y algunos medicamentos, como los corticosteroides.

En ocasiones, las placas óseas no presentan síntomas y se descubren durante exámenes médicos rutinarios o estudios de imagenología realizados por otras razones. Sin embargo, en algunos casos, pueden causar dolor, rigidez articular e incluso fracturas óseas si se vuelven lo suficientemente grandes y densas. El tratamiento de las placas óseas depende de la causa subyacente y puede incluir cambios en la dieta, terapia de reemplazo hormonal o medicamentos para controlar los niveles de calcio en la sangre.

Los clavos ortopédicos son un tipo de implante utilizado en cirugía ortopédica para estabilizar fracturas óseas. Se trata de varillas delgadas y largas, generalmente hechas de acero inoxidable o titanio, que se introducen a través de la piel y los tejidos blandos hasta alcanzar el hueso roto. Una vez dentro del hueso, los clavos ortopédicos se utilizan para mantener los fragmentos óseos juntos mientras sanan.

Existen diferentes tipos de clavos ortopédicos, como por ejemplo:

* Clavos intramedularres: son los más comunes y se introducen a través del centro del hueso roto. Una vez dentro, se fijan al hueso con tornillos o espigas para mantenerlos en su lugar.
* Clavos externos: se utilizan cuando no es posible insertar el clavo intramedularmente, ya sea porque el hueso está demasiado dañado o porque la fractura es muy compleja. Los clavos externos se colocan en el exterior del cuerpo y se unen al hueso con tornillos o placas.
* Clavos canulados: son una variante de los clavos intramedularres que tienen un orificio central a través del cual se puede pasar un alambre para ayudar a mantener el hueso en su lugar.

La elección del tipo de clavo ortopédico dependerá del tipo y localización de la fractura, así como de las condiciones generales del paciente. La colocación de los clavos ortopédicos requiere una intervención quirúrgica, que se realiza bajo anestesia general o regional. Después de la cirugía, es necesario un periodo de reposo y rehabilitación para permitir que el hueso sane correctamente.

Las fracturas orbitales se refieren a las roturas o grietas en los huesos que forman la órbita, que es el socket óseo situado en la cara que alberga y protege al ojo. Estas fracturas pueden ser causadas por traumatismos directos o impactos fuertes a la región facial, como los producidos en accidentes automovilísticos, peleas o deportes de contacto.

Existen diferentes tipos de fracturas orbitales, dependiendo de la localización y el patrón de la rotura. Algunos de los más comunes incluyen:

1. Fracturas del suelo orbitario (fosa inferior): También conocidas como fracturas de "suelo de la órbita", se producen cuando el hueso maxilar o el hueso palatino se rompe, formando una abertura en el piso de la órbita. Este tipo de fractura puede comprometer los músculos que controlan los movimientos oculares y los nervios que suministran sensación al ojo.

2. Fracturas de la pared lateral (fosa temporal): Ocurren cuando se rompe el hueso cigomático (hueso malar o mejilla), que forma parte de la pared externa de la órbita. Estas fracturas pueden dar lugar a un aumento de la movilidad de la pared orbitaria y, en algunos casos, a una alteración en la apariencia facial.

3. Fracturas de la pared medial (fosa etmoidal): Se dan cuando se rompe el hueso etmoides, que forma parte de la pared interna de la órbita. Este tipo de fractura puede asociarse con daño en los senos paranasales y hemorragias nasales.

4. Fracturas del techo orbitario: Son menos frecuentes y se producen cuando se rompe el hueso frontal, que forma parte de la cubierta superior de la órbita. Estas fracturas pueden estar asociadas con lesiones en el cerebro o en los vasos sanguíneos craneales.

Los síntomas más comunes de las fracturas orbitarias incluyen:
- Dolor y sensibilidad alrededor del ojo afectado
- Hinchazón y moretones en el párpado y la región facial
- Limitación en los movimientos oculares
- Doble visión (diplopía)
- Hemorragia nasal
- Cambios en la apariencia facial
- Pérdida de sensibilidad en la piel alrededor del ojo

El diagnóstico de las fracturas orbitarias se realiza mediante una exploración clínica completa y pruebas de imagen, como la tomografía computarizada (TC) o la resonancia magnética nuclear (RMN). El tratamiento dependerá del tipo y gravedad de la lesión. En algunos casos, se requerirá cirugía para reparar los huesos rotos y restaurar la función ocular. El pronóstico de las fracturas orbitarias es generalmente bueno si se diagnostican y tratan a tiempo. Sin embargo, en casos graves o complicados, pueden causar problemas visuales permanentes o incluso la pérdida de la visión.

La fractura de Colles es un tipo específico de fractura en el radius (hueso forearm inferior) cerca del wrist. Se caracteriza por una fractura transversal con desplazamiento dorsal, lo que significa que el extremo roto del hueso se desplaza hacia el dorso o parte posterior de la mano. Esta fractura típicamente ocurre cuando un individuo cae sobre un brazo extendido y es más común en personas mayores debido a la fragilidad ósea asociada con el envejecimiento, aunque también puede ocurrir como resultado de trauma de alta energía en cualquier edad. El término "fractura de Colles" se nombra después del médico irlandés Abraham Colles, quien la describió por primera vez en 1814.

Un callo óseo, también conocido como calcio óseo o exostosis, es una crecimiento anormal y duro en el hueso que generalmente se forma como resultado de la sobrecarga repetitiva o la fricción en un área determinada del esqueleto. Estos crecimientos pueden desarrollarse en cualquier hueso del cuerpo, pero son más comunes en los pies y las manos.

El callo óseo se compone de tejido óseo nuevo que se forma alrededor de una lesión o fractura como parte del proceso natural de curación. Sin embargo, cuando el crecimiento continúa después de que la lesión ha sanado, puede resultar en un callo óseo.

Los síntomas más comunes de un callo óseo incluyen dolor e hinchazón en la zona afectada, dificultad para mover el área afectada y rigidez articular. En algunos casos, los callos óseos pueden comprimir nervios o tendones cercanos, lo que puede causar entumecimiento, hormigueo o debilidad en las extremidades.

El tratamiento de un callo óseo depende de su tamaño, ubicación y gravedad de los síntomas. En casos leves, el reposo, la inmovilización y el uso de analgésicos pueden ser suficientes para aliviar los síntomas. Sin embargo, en casos más graves, puede ser necesaria una intervención quirúrgica para eliminar el crecimiento óseo excesivo.

Es importante buscar atención médica si se sospecha de un callo óseo, especialmente si causa dolor intenso, dificultad para mover una articulación o afecta la capacidad para realizar actividades diarias normales.

Las fracturas periprotésicas se refieren a las fracturas que ocurren alrededor de un componente protésico, es decir, una prótesis artificial utilizada en la cirugía ortopédica. Estas fracturas son más comunes en las prótesis de cadera y rodilla. Por lo general, estas fracturas son consecuencia de un traumatismo o debilitamiento óseo relacionado con la edad, como la osteoporosis.

En el caso de una prótesis de cadera, por ejemplo, una fractura periprotésica puede involucrar el hueso alrededor del tallo femoral de la prótesis o el hueso del acetábulo (la cavidad en el hueso pélvico donde se coloca la parte de la copa de la prótesis).

El tratamiento de estas fracturas puede ser complejo y requerir cirugía adicional. Puede involucrar la revisión del componente protésico, la fijación de la fractura con placas y tornillos, o incluso el reemplazo total de la prótesis en algunos casos graves. La rehabilitación posterior también es una parte importante del proceso de recuperación.

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